jueves, 9 de abril de 2015

"Angelina" Regina José Galindo (Guatemala - 2001)






Angelina. Me visto de doméstica durante todo un mes, realizando así todas mi actividades cotidianas. (Guatemala. 2001)





Regina José Galindo se viste de sirvienta y realiza todas sus actividades cotidianas por un mes.  Angelina (2001) reginajosegalindo.com
¿Qué significa el uniforme y la ropa en general?  En muchos casos la ropa no pasa de ser un aspecto superficial de la identidad, pero en otras instancias la manera de vestir incrimina al cuerpo humano y lo sujeta a las construcciones sociales de género, raza y clase social.  En Angelina (2001) Regina José Galindo señala que la ropa es un signo cultural que comunica el poder y la sujeción. 
Angelina es el primer performance en proceso (duracional) de Regina José Galindo.  Por un mes la artista hace su vida cotidiana vestida de sirvienta.  Se documenta el performance con una cámara simple en vez de con video para mantener la naturalidad de las escenas.  Galindo se interesa por la figura de la sirvienta en las sociedades latinoamericanas ya que son sujetos que suelen sufrir una triple discriminación por ser mujeres, indígenas, y por ser pobres.  Según Galindo ser sirvienta es una especie de esclavitud dentro de las casas de clase media y alta. 
Al ponerse el traje de sirvienta, Galindo socava los límites sociales y hace visibles los bordes de género, clase y raza. El traje de sirvienta inmediatamente baja la condición social de la artista y Galindo nota que, con el traje puesto, hay espacios donde ya no puede entrar y muchas personas que la tratan mal. 

Las imágenes fotográficas del performance parecen discordantes; en una foto, Galindo aparece vestida de sirvienta y en vez de hacer trabajo manual, trabaja en una computadora.  En otra foto Galindo vestida de doméstica acompaña a unos amigos en un restaurante.  Galindo ocupa un espacio ambiguo; no los sirve pero se mantiene de pie y algo alejada del grupo. 


Este performance de Galindo hace patente la experiencia diaria de discriminación que sufren las mujeres indígenas pobres.  Como muchos de los performances de Galindo, este es impresionante porque no requiere la autorización del campo cultural ni un escenario formal.  Cualquier persona podría cambiar la ropa que usa y así socavar los límites sociales revelando, alterando e interrumpiendo los códigos sociales.  





"Espacio para abortar" x Mujeres creando (Bolivia - 2014)






Arte, política y aborto libre: Mujeres Creando en la Bienal de San Pablo

San Pablo es una ciudad alucinante, con todos los significantes que ese adjetivo puede tener. Inmensa, activa, poblada, desoladora. Sus puentes y sus gentes debajo, los autos, los subtes que llegan exactamente cada 40 segundos. La Bienal que allí acontece durante tres meses es una muestra con inmensos pasillos y pabellones con videos, pinturas, mapas, fotos, textos, instalaciones. Arte contemporáneo para entendidos y sensaciones encontradas, que se mezclan con la periferia y lo real.
Apenas entrar y ya se ve y se siente un aire diferente: las bolivianas Mujeres Creando vistieron con úteros la planta baja. Una estructura de piernas abiertas, con su vulva brillante en lo alto, y seis úteros donde poder entrar, estar y salir: Espacio Para Abortar. Así titularon esta obra.
El día de la inauguración se llenó de mujeres. Todas reunidas alrededor de las telas rojas bordadas amorosamente con la palabra útero. El motor de Mujeres Creando, María Galindo, contó para todas que la obra, llamada así por estar en semejante ámbito, sería levantada y llevada afuera por nosotras, por todas las que estábamos allí. Caminamos por el mítico Parque Ibirapuera, que alberga el Pabellón de la Bienal y a muchos jóvenes y familias un sábado a la tarde. El recorrido fue sin carteles ni cantos. Nuestras manos llevaban y balanceaban la estructura de metal de 12 metros de largo por siete de alto. Esa fue nuestra poética. En cada lugar que detuvimos nuestra marcha, plantamos la obra, y de a una entraron al útero las mujeres que se practicaron un aborto, a contar su historia en primera persona. ¿Cómo poner en palabras esa intimidad que logramos las más de 100 mujeres que allí estábamos? Ante cada relato escuchábamos y abrazábamos a cada una de las que hablaban. Nuestro encuentro era puro respeto y hermandad. No estamos solas, se podía leer en los ojos de todas.
Miedos, vacíos, hemorragias y lágrimas atrapadas bajo la tela roja que se movía con el viento de la tarde. Durante más de dos horas levantamos las piernas bien abiertas y pudimos escucharnos. Después, volvimos al pabellón a dejar la obra, que seguirá allí por varios meses. En cada útero habrá auriculares para escuchar el relato de todas las mujeres que hablaron de sus abortos.
“La Bienal es un espacio muy político, por eso debemos aprovecharlo para difundir nuestra lucha. Este espacio es suyo: usénlo”, dijo María.
Todas nos abrazamos y gritamos. En el medio de la Bienal de San Pablo, todas juntas seguimos exigiendo aborto legal y seguro.

Fotos: Lina Etchesuri





"Todos somos terroristas" - Argelia Bravo (Venezuela 2011/2015)




 Por Albeley Rodríguez

            Todos somos terroristas fue una propuesta de la venezolana Argelia Bravo, realizada durante el VI Encuentro de Arte Corporal (2011). La artista convocó al público a hacerse partícipe de la acción llevada a cabo en uno de los dioramas del Museo de Ciencias de Caracas. En esta propuesta el público fue convidado a exponer sus posturas o inconformidades políticas a través de la composición de una autoimagen relativamente distanciada de la cotidiana, que evidenciara una afrenta «terrorista» ante aspectos distintos que oscilaron desde la violencia institucional, pasando por varias expresiones contra el patriarcado, la heteronormatividad, las farmacéuticas o la patologización psiquiátrica, entre otras muchas. El retrato fotográfico fue impreso y entregado a cada una de las personas convertidas en co-creadoras. Particularmente, lo que más valoro de esta acción es que desató un ambiente que aglutinaba lo lúdico y la creación con posicionamientos que devenían micropolíticos, teniendo consecuencias en las redes sociales, entre distintos colectivos interesados en lo planteado por cada acción-declaración y en la obra articulada posteriormente por Bravo[1]. El público afloró su «terrorista» al salir del círculo demarcado por la dominación y resaltar su más necesitado espacio de diversidad.
            Yo, quien por mi trabajo de curadora de arte conocía a la artista y sus planes, no quería faltar, y estuve allí temprano junto con mi pequeña ―que entonces tenía 1 año y unos meses. Quería sacar a la luz mi propia terrorista porque, desde que estaba embarazada y comencé a reflexionar e indagar sobre las condiciones adecuadas de desarrollo de la nueva vida en mi vientre, tuve la fortuna de conseguir otras madres investigadoras que se habían transformado en activistas de la imperativa modificación de varios aspectos de la formación humana (parto respetado, lactancia materna y prolongada, colecho y contacto corporal vs. coches, sillas para arrullar y otros productos «sustitutos» de la madre, crianza respetuosa, etc). En este contexto, comencé a comprender que el acto de amamantar tenía varios aspectos temibles para el violento sistema contemporáneo de control de los cuerpos y, por extensión, de la sociedad.
            Entre los diversos encuentros a los que asistí, fue reveladora la intervención de la Cooperativa Lactarte y sus conversatorios para desmontar los mitos erigidos en contra de la lactancia materna y a favor de las fórmulas mal llamadas «maternizadas»[2].
A través de esos intercambios y otras indagaciones, reforcé cada vez con mayor intensidad la idea de que el amamantamiento, además de la capacidad de alimentar e inmunizar a mi bebé, era un acto simbólico que evidenciaba la importancia de una práctica primordial de la soberanía alimentaria y de la autodeterminación de nuestros cuerpos, desde que nacemos y desde que participamos en la floración de una nueva vida.
El ama-mantamiento desafía la imposición moderna que ha hecho de éste un acto prohibido y anticuado, con la función ―nada ingenua― de favorecer las expectativas del mercado de poder entregarnos por entero a la ingesta de «no alimentos» que atentan pronto contra la salud y, lo que es lo mismo, contra la cultura del contacto cálido, placentero e imprescindible de madre y pequeñx. Un ejemplo visible para todxs es el hecho de que en la actualidad, grandes senos sean expuestos y ampliamente aceptados si se muestran en monumentales pancartas para la satisfacción de las demandas patriarcales, pero son rechazados si se ofrecen en público para dar ternura en estado lácteo, en ese caso hasta la denigración y la expulsión han parecido válidas.
Pensé desde entonces en que, cada vez que amamantaba, hacía una especie de rebelde manifestación erótica contra la lógica del marketing homogeneizante y enajenante, entendiendo las expresiones de amor maternal como un acto profundamente político y subversivo.
Quizá pensar y asumir el amamantamiento implique también meditar acerca de un uso del tiempo que cuestiona las dinámicas de sobrexplotación del trabajo de la mujer y el cercenamiento de la diversidad de maneras de vivir, operado por las formas modernas de esclavitud, para aproximarse a posibilidades de trabajo de características heterogéneas pero, sobre todo, donde el transcurrir del día se vincule más al ritmo de la tierra y al tempo de los vínculos interpersonales, que al de las exigencias de productividad empresarial. 
            Fue así, como aquel día ya impreciso en mi memoria del mes de septiembre de 2011 en el Museo de Ciencias, cuando la artista Argelia Bravo me ofreció los elementos disponibles para sacar la terrorista que llevo dentro, no dudé en colocarme una capucha, tomar un racimo de plátanos y disfrutar de la importante compañía de mi pequeña tomando en sus manitos y en su boca, su mejor alimento afectivo y efectivo, retomando el conocido programa iconográfico de la virgen de la leche, pero despojado adrede de la dominante santidad cristiana.
            La autodeterminación de nuestros cuerpos pasa por empoderarnos de una comprensión propia y ampliada de la maternidad, así como por liberarnos de los dictámenes religiosos, médicos y jurídicos que ―desde el esquema heteropatriarcal― vienen decidiendo por nosotras y nuestra descendencia, mutilando posibilidades diversas y alternas de ser madre, de ser humanxs.
            Creo que asumir los afectos más allá de los modelos industrializados, plantarnos insumisas ante las dicotomías de género, así como abiertas al descubrimiento de prácticas ancestrales que han sido ocultadas a conveniencia del patrón hegemónico moderno-occidental-patriarcal-capitalista, son opciones que, lejos de pretender instaurarse como en un nuevo canon de enjuiciamiento de las diferencias, intentan develar campos de elección.
            En este sentido, el grupo Polvo de Gallina Negra y artistas como Mónica Mayer, Maris Bustamante (antes parte del grupo nombrado) o María Llopis, entre varias más, han venido aportando potentes dispositivos de subversión de los imaginarios sociales y las prácticas de la maternidad que vulneran algunas de las muchas normatividades pendientes por ser reconfiguradas o despachadas de nuestra existencia.
            Es posible que conocer, discutir y difundir estas propuestas pueda significar un paso inmenso hacia el destierro de una larga, dolorosa y absurda cadena de opresiones y, más aún, la apertura de senderos con expectativas de relaciones sociales menos mecanicistas y más plenas de experimentación libertaria.  
10 de mayo de 2014
Para ser publicado en el número de la Revista Hysteria dedicado a las maternidades subversivas.



[1] En 2012 la artista presentó una exposición individual en el Museo de Arte Contemporáneo de Caracas titulada Aula 7. Escuela de cuadros y pepas. En esta exhibición mostró una selección de 18 de las numerosas fotografías resultantes de aquella convocatoria. En esa ocasión decidió llamar la serie Galería de terroristas, teniendo una conmovida respuesta de gran parte de los espectadores.

[2] Aquellas que la publicidad pretende vendernos instalando la idea de que es posible imitar los componentes de lo que las madres proporcionamos a nuestrxs hijxs al ofrecerles nuestro pecho.



ARGELIA 3.jpg

Artista: Argelia Bravo. Obra: 'La Virgen de la Leche'. Pabellón de la República Bolivariana de Venezuela, Bienal de Arte 2015, Venecia.



En el pabellón venezolano de la 56 Bienal de Venecia se puede ver esta obra titulada "la Virgen de la Leche" de la artista Argelia Bravo, que expresa preocupaciones sobre problemáticas socioculturales y utiliza símbolos de la lucha política para rechazar las ideas que consideran el acto de amamantar como prohibido y anticuado, lo que favorece los intereses lucrativos de las multinacionales de alimentos.